viernes, 13 de diciembre de 2013

BESTIALIDAD IMPUNE

Como cada mañana, muestra la cara triste. Amarrado desde temprano a ese árbol, para él, siniestro. Aunque siniestro no es el árbol, sino el amo, porque el primero le ofrece un lugar para guarecerse cuando el sol abrasa; y el segundo, solo una cadena desde el amanecer hasta la noche, cuando lo recoge y lo confina a un rincón.

Nunca he visto una lata con agua a su lado, y menos con alimentos. Duele no contar con una ley que sancione ese proceder salvaje y quede el campo libre a quienes cometen actos tan inhumanos que intentan opacar la pasión de otros que sí los cuidan y protegen con amor.

En 1978 se emitió la Declaración Universal de los Derechos del Animal, más tarde aprobada por la UNESCO. Sin embargo, Cuba no cuenta con una ley que los ampare. La falta de una disposición legal deja sin castigo tales actos de crueldad. 

Muchos fenómenos se aprecian al interior de los hogares. Los niños simpatizan con las mascotas, pero algunos adultos inculcan en ellos numerosas barreras que los deben separar. Están los que compran un animal doméstico como premio por las buenas notas o por poseer un ejemplar de raza como símbolo de su alto poder adquisitivo.

En cualquiera de estos casos el fin de muchas de las historias es el animalito preso en el patio o en la placa, bajo lluvia, sol o frío, como si no necesitara amor, alimentación, techo.

Más tarde, llegan las vacaciones y válgales a ellos, perritos o gaticos, que en el barrio exista un alma caritativa.

Después aparece la procreación, por irresponsabilidad de sus amos, pues antes que la sencilla práctica de la esterilización, prefieren arrojar las crías a la calle, a veces también acompañados de sus progenitores, en un acto cruel y degradante, como manifiesta la Declaración Universal.

Y es ahí donde comienza la tortuosa cadena de infortunios hasta la muerte del inofensivo ser. Patadas, «graciosos» que amarran a sus colas un amasijo de latas y los hacen correr desesperados durante horas, golpes de autos, enfermedades, desnutrición.

Así, en las calles, esperando el momento de la muerte, aparece tirado el mejor amigo del hombre, o un gatico, animales domésticos necesitados del abrigo de los humanos, de su protección y de sentirse amados.

Cada año, el Departamento de Zoonosis, en nombre de la salud poblacional, recoge en las calles aproximadamente 4000 perros sin hogar. En ocasiones, las prácticas no son las más adecuadas, pues la búsqueda y captura se convierte en show desgarrante. También existe el envenenamiento en masa, un proceder que solo se justifica en caso de epidemias, pero que hemos vivido y no precisamente por esta única razón.

¿Los sueños?, muchos. ¿Los resultados?, pocos. Ramón Rodríguez Limonte, miembro de la Sociedad Protectora de Animales, ha inventado refugios, ha promovido campañas de vacunación y esterilización con ayuda de amigos veterinarios, ha conversado con las personas, pero no siempre sus buenas intenciones fructifican.

Mientras las instituciones implicadas en el cuidado de los animales actúen divorciadas, mientras no entendamos que el respeto del hombre hacia estos seres está ligado al respeto entre los hombres, mientras se cometan genocidios, biocidios, actos de desprecio a sus derechos, y no haya una ley en Cuba que condene estas atrocidades, habrá que esperar un milagro para cambiar la actitud bárbara de nuestros coterráneos.

Ojalá esta denuncia no llegue solo a los que amamos la naturaleza, sino que trascienda, y los salvajes se avergüencen de encontrarse retratados en ella.

Mientras llegue una ley que los ampare, no podemos permitir que detrás de actos de amor desinteresados haya tantas manchas que coloquen al hombre como un ser más irracional que los propios irracionales. 

Tuvo razón Mahatma Gandhi cuando dijo: «La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que son tratados sus animales».

martes, 3 de diciembre de 2013

LA ETERNA Y SABIA MIRADA DE UN AMIGO

Jorge Garcia Sosa, el inolvidable amigo y colega

Por: Rayma Elena Hernández

Los manuales recomiendan dejar reposar las emociones antes de escribir; pero esta vez la vida -digamos la muerte- impuso un cierre apresurado al periódico Vanguardia. Y en horas de la tarde del domingo 1º de diciembre, ya no fue posible prorrogar más la indeseada escritura de este adiós al colega y amigo Jorge García Sosa.



Aun así, mi verbo intenta obedecer lo que tantos teóricos han dicho. Solo que ninguno podría precisar cuántos minutos, horas, semanas, meses, años… son necesarios para que el sentimiento se empoce y no fluya hecho palabras por estas cuartillas, que ya extrañan la mirada sabia de nuestro Jefe de Redacción.

Al doble riesgo me someto. Aunque algunos me consideran con ventaja, porque todavía creen que en la exacta correspondencia entre el tiempo compartido y el cariño, y el mío -dirán- es solo de 16 años.

Es cierto que ni siquiera conozco aquel pueblo, General Carrillo, donde nació el 10 de diciembre de 1951. Tampoco lo vi marcharse a una beca para convertirse en bachiller ni nos sentamos juntos en un aula de la Universidad de La Habana. Yo era muy niña cuando llegó a Vanguardia convertido en periodista, y no puedo imaginármelo solo con algunas canas, como lo describen quienes aseguran que a él las canas y la sabiduría le llegaron de manera prematura.

Tampoco viví la Era del Plomo, cuando fue un joven Jefe de Información en un periódico al que diariamente había que saciarle su apetito noticioso. Falté a aquella aventura digital que inició cuando la vieja rotativa quedó muda, e hicieron falta mentes siempre abiertas como las de Jorge, para asumir una nueva tecnología de impresión.

Yo lo conocí mucho después de que lo bautizaran como el Policía del idioma, y comprendí la justa dimensión del calificativo al ver que al mismo tiempo diseñaba gráficamente mis trabajos y me ayudaba a (re)diseñar mi mediana escritura.

Por sabio, él era jefe sin cargo de todo, cuando, por nomenclatura, llegué a la jefatura de Redacción. Y comencé a buscar su cercanía, quizá, porque quise aprender a criticar y a ser severa en los juicios sin herir; porque necesité aprender más, para sugerir y no imponer; porque debía mantener la serenidad y el buen carácter hasta en los más incómodos contrapunteos con mis colegas; porque ansiaba ser jefa no solo por plantilla, y periodista no solo por un título.

Y surgió la amistad, porque, también, mis nuevos amigos eran amigos de Jorgito. Desde entonces, ya nunca me permití saltarme un 10 de diciembre en el calendario festivo ni ausentarme en sus momentos difíciles. Así como él nunca faltó, ni faltará, a cada uno de nuestros buenos o peores días.
Jorge, junto a la autora y la correctora María Elena Díaz, en uno de sus cumpleaños.
Por eso, hoy que la vida impuso este indeseado cierre periodístico apenas unos días antes de su 62 cumpleaños, me niego a aceptar que solo el tiempo sea el medidor exacto de tantas emociones negadas a empozarse. Procuro dejarlas reposar, pero la cuartilla espera... Entonces, solo dejo correr palabras, oraciones, párrafos... Simplemente escribo, con la certeza de que, transcurridos días, meses, años... , mi aún mediano periodismo siempre encontrará una mirada sabia y serena que lo haga crecer.

miércoles, 23 de octubre de 2013

¿FURIA DIVINA O INSENSATEZ?

«El diablo se enfureció y mandó los poderes contra ellos, solo sintieron un fuerte estruendo y los enterradores dicen que fueron a la tumba con los pelos de punta».


- Oye, deja la bobería que aquí no hay diablo, ni muertos. Vamos a aprovechar el aguacero que está riquísimo. 

Achacándole a las leyendas el verdadero efecto de estos fenómenos atmosféricos, la mayoría de la población muestra total irreverencia ante las tormentas eléctricas y tan solo tapan sus oídos para no sentir el molesto estampido, que cuando se escucha es porque la descarga que mata, ya pasó.

No apuesto por la brontofobia, temor patológico a los truenos, relámpagos y tempestades, pero sí creo que un tilín de susto hace falta en aquellos que como si nada retan a Zeus, y no se dan cuenta de lo letal de las armas del poderoso padre de los dioses.

Más de 60 personas fallecen anualmente en Cuba, víctimas de descargas eléctricas, convirtiéndose esta en la primera causa de muertes por eventos atmosféricos.

En Villa Clara, según cifras del Departamento de Estadística de Salud Pública Provincial, en el primer semestre del año 2013 murieron 2 personas por fulguración. Para algunos no resultará significativo hasta el día en que la suerte se quede dormida, no los acompañe y pasen a engrosar la lista de los occisos. 

Estos fenómenos atmosféricos, que en la historia han sido atribuidos a la ira de los dioses contra los malos pasos de los humanos, realmente tienen un basamento científico. Según el Dr. Aldo Moya, especialista principal del departamento de Pronósticos del Centro de Meteorología de Villa Clara, la descarga eléctrica está compuesta por lo que las personas le dicen relámpago y lo identifican por la luz, y el trueno, que es el sonido que se escucha. 

«Las nubes tienen cargas eléctricas positivas y negativas que, al interactuar, originan una descarga en forma de chispa. Suceden como resultado de la diferencia de potencial eléctrico y pueden ocurrir dentro de una misma nube, entre nubes diferentes o entre una nube y la tierra».

Las leyendas no han faltado y mucho menos las historias de los ancianos acerca de sus costumbres para estar protegidos de los rayos y centellas. Dictan tapar los espejos, no asomarse a la ventana, permanecer acostados lejos de cualquier elemento metálico y, aunque pueda parecer exagerado algunas medidas se deben respetar.Los meteorólogos explican que cualquier lugar es propicio para una descarga eléctrica, eventos característicos de los meses entre mayo y octubre. Los campos constituyen las zonas más peligrosas pues son terrenos desiertos donde se encuentran varios puntos altos que buscan los rayos como canal para llegar a la tierra. 

Es falso que los espejos puedan transmitir el relámpago, pero los teléfonos sí, están conectados por cables a un poste que puede servir de pararrayos. Además son una amenaza para todos los equipos eléctricos.

«En medio de una tormentas, si estamos en el campo, no debemos estar cerca de árboles, y sí adoptar una posición en la que seamos el elemento menos alto del sitio, evitar estar mojados. No debemos permanecer en el mar cuando haya tempestad ni bañarnos en aguaceros mientras truene ya que el agua de lluvia es un perfecto conductor de la electricidad. Los radioaficionados deben tomar providencia con sus antenas”, acotó el Dr. Moya Álvarez.

«Existe un método básico que pueden utilizar las personas para su protección: contar los segundos entre la luz y el trueno, esta cifra multiplicarla por 340, que es aproximadamente la velocidad del sonido en metros por segundos, y el resultado ofrecerá la distancia aproximada en metros a la que te encuentras de la tormenta. Una medición continua, en un período de tiempo, puede brindarle también a la persona si la tempestad se aleja o se acerca».

Las descargas eléctricas son la razón principal de muertes por eventos atmosféricos en Cuba y es innegable la poca percepción de riesgo que tienen los cubanos sobre un fenómeno tan peligroso. Los jóvenes cometen locuras mientras está tronando. Consideran a los truenos tonterías o supersticiones. 

En estaciones como estas las autoridades competentes deberían crear estrategias de educación para el pueblo de la misma forma en que se logró la cultura sobre huracanes, sucesos igual de peligrosos pero que no suman tantos decesos en la población.

Los medios de difusión masiva deberían encargarse de divulgar lo relacionado con descargas eléctricas, perjuicios que entrañan, historias reales, pues con la reiteración las personas asimilarán los consejos en algún momento.

Indiscutiblemente tenemos vasta cultura sobre huracanes; pero nos falta mucho acerca de las descargas eléctricas, que van más allá del consejo reiterado: «Niño, sal del agua cuando empiece a tronar», sobre todo para la juventud, que debe aprender que contra la naturaleza nadie puede.No es cuestión de dioses bravos, ni de cuentos del campo donde vivió por muchos años la abuela, es combinación de experiencia y peligro. Las tormentas eléctricas no son caprichos de la superstición, son actos de la naturaleza con los que no se puede jugar porque entonces echaremos rayos y centellas por la boca.

lunes, 14 de octubre de 2013

ANIMAL VS. ANIMAL

Ilustración: Roland

La historia no es fruto de mi imaginación, pues no la tomaría de referencia en las páginas de este semanario. Saca a la luz, una vez más, uno de los fenómenos vergonzosos que sufre la sociedad cubana. 

Pepe –no es trascendente el verdadero nombre- iba en su carro. Un cochero transitaba las calles de la ciudad a tontas y a locas, como si no conociera que unos pequeños carteles, en las esquinas, se interpretan como señales de tránsito. Encima del carretón, cinco personas, con él seis, y tirando de la carroza un caballito escuálido; todos en peligro de extinción ante el desatino de semejante jinete en la vía pública. 

Pepe, casi, se accidenta en aquel espectáculo de carrera, fusta, y gritería. Aventajó al cochero y cuando vio que este detendría la marcha, frenó. 

Descendió ante la mirada de los curiosos que esperaban una riña. Frente al perturbado equino, tomó sus orejas y mirándolo muy cerca le dijo: «Tú tienes que leer, tú tienes que instruirte sobre tránsito, porque ese ANIMAL que llevas allá atrás te va a matar».

Los caballos, si bien han sido una opción ante los difíciles años del transporte estatal, son actualmente una de las especies que más sufren las consecuencias de la insensibilidad de sus dueños. 

Y sobre esta insensibilidad hay metros de tela por dónde cortar.

Según el artículo 7 de la Declaración Universal de los Derechos del Animal aprobada por la ONU: todo animal de trabajo tiene derecho a una limitación razonable del tiempo e intensidad de trabajo, a una alimentación reparadora y al reposo.

Sin embargo, en las calles de Santa Clara vemos a los caballos, en la cola de la piquera o en lugares no establecidos para su aparcamiento, bajo el sol durante el día, sin que se note el momento de comer o beber un poco de agua cuando se recomienda que se les debe alimentar cada cuatro horas.

Luego deben transportar más de 8 pasajeros, subiendo lomas a golpe de fusta, se cansan, tienen sed, pero no pueden detener la marcha. Algunos espumean por la boca ante el calor del mediodía y sus dueños los azotan para que echen a andar cuando dan algún signo de fatiga.

¿No se pueden agotar estos seres vivos que tienen necesidades y padecimientos semejantes a la de los humanos? Para los cocheros hasta significa una cuestión de honor: «Aquí el dueño soy yo y si le digo andando tiene que obedecerme porque yo lo compré y nadie puede decir que es machorro». Este es el apelativo que sus compinches pueden espetarle al desfallecido caballito para ridiculizar a su dueño.

Conozco de casos en que han querido reconocer la labor de un cochero en el cuidado a su fiel acompañante y sus “amigos” lo han amenazado, porque si hace referencia a las buenas prácticas se puede convertir en ley y esto no les conviene. 

Nuevamente salta a la vista la falta de preparación de los que creen que si el caballo no siempre responde es inservible y nunca valoran si están trabajando y entrenando de la forma correcta. Recae la culpa sobre el lado flaco.

Los que viajamos diariamente en este tipo de vehículo hemos visto de todo: cocheros que, cansados de propinarles la paliza con la fusta, toman el palo y los golpean; cocheros que en plena vía pública descargan, lo que llamamos en Cuba, un plan de machete a la bola de huesos que un día fue caballo; equinos que, ante la humedad del pavimento por una llovizna, resbalan y luego sus amos los obligan a incorporarse con los arreos puestos, las bandas del carretón pegadas a sus costados, y el carromato lleno de gente. 

Algunos pasajeros hemos intercambiado palabras acaloradas con los personajes y luego debemos callar ante la sarta de improperios, pedirle que nos deje descender para no caer en el mismo plano de mala educación y prometer nunca más llenarle el bolsillo, porque a pesar de todo esto, esos caballos ponen en la mesa qué comer para él y su familia.

Otro problema grave radica en la defectuosa confección y empleo de los arneses, que les provocan graves lesiones en la piel. Es común encontrar el arnés mal ajustado y confeccionado de materiales inapropiados como gomas o alambres.

Un estudio realizado por el Departamento de Veterinaria y Zootecnia de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Central, acerca de algunos parámetros biométricos en equinos de tracción de la ciudad de Santa Clara, arrojó que de la muestra elegida el 35% de los examinados presentaron una condición corporal de desnutridos y el 100% están realizando un arrastre superior al establecido, de acuerdo con las regulaciones del Instituto de Medicina Veterinaria.

Creo es hora de actuar, y comprendo que no podemos tener un inspector detrás de cada carretonero, pero también considero que no solo podemos ubicar los cuerpos de inspección detrás de los estratosféricos precios que cobran, la cantidad de pasajeros que llevan, o los permisos y padrón. Debemos mirar más allá, porque si yo fuese inspectora o agente del orden público muchas serían las multas que hubiese impuesto, ante la cantidad de espectáculos de este tipo que he presenciado.

Hay que pensar que todos los días nuestros niños transitan las calles, se trasladan en carretones, y sufren estos ultrajes. Los pequeños, que se encuentran en la etapa de formación, asisten a una clase de bestilidad cuando la educación implica enseñar, desde la infancia, a observar, comprender, respetar y amar a los animales.

Los caballos, esos que fueron imprescindible en las guerras libertarias y sobre sus monturas combatieron patriotas grandes como Antonio Maceo y Máximo Gómez; han acompañado la vida y luchas de los hombres. Entonces, ¿merecen tanta crueldad? 

Defender los animales, que sin rebelarse asumen con mansedumbre la dura labor impuesta por sus dueños, es un deber moral de todos. No podemos permitir que se extingan ante la recia lucha Animal vs. Animal.

LES COMPARTO ALGO QUE ME ESCRIBIERON...

Un guerrero de la luz, antes de entrar en un combate importante, se pregunta a sí mismo: "¿Hasta qué punto desarrollé mi habilidad?"
Él sabe que las batallas que trabó en el pasado siempre terminan por enseñar algo. No obstante, muchas de estas enseñanzas le hicieron sufrir más de lo necesario. Más de una vez perdió su tiempo luchando por causa de una mentira. Y sufrió por personas que no estaban a la altura de su amor.
Los victoriosos no repiten el mismo error. Por eso el guerrero sólo arriesga su corazón por algo que vale la pena.


S/T

Hasta hoy tratando de emplear un pedazo de la mañana en un poco de crecimiento espiritual no he caído en la cuenta de que intento ser un guerrero de la luz, pues como plantea el libro en su prólogo, todos lo somos, aunque que la mayoría de las veces no lo vemos de esa manera en nuestro camino de vida.

Paciencia he necesitado para llegar a este momento, luchas, derrotas, levantarme de nuevo y a pesar de las nubes, el polvo, la soledad del final de esas batallas, siempre el susurro de Dios de que la luz siempre se podrá filtrar por cualquier hendija o espacio que deje la oscuridad, lo que solo nuestro espíritu debe ser el responsable del deseo de que la luz prevalezca.

Hace hoy exactamente un año, seis meses y dieciocho días que me paré al borde del combate más importante de mi vida, en ese momento no le damos tal importancia pero al pasar del tiempo el mismo reclama esa categoría. En ese momento no sabía hasta qué punto estaba preparado para enfrentarlo, estaba completamente cicatrizado de batallas pasadas, aunque los dolores seguían molestando a cada rato, y no imaginé aunque lo deseaba con todas mis fuerzas, hasta qué punto sería de importante y trascendente esta lucha que aún hoy libro. El objetivo, siendo un hombre el que escribe, y hablando de viejas batallas perdidas y dolores remanentes, ya imaginarán que es el corazón de una mujer; la finalidad, un camino. Busco en este definitivo combate, al fin, la realidad de un sueño, aunque el miedo ha sido en muchas ocasiones momento de reflexión para el impulso en cada paso de esta búsqueda; no me ha faltado violencia y tensión, esa que se embosca muchas veces en la oscuridad de la noche, esa que guía a los malos perdedores enrumbados por sus complejos a tratar de medir otras victorias según sus propios descalabros.

Como guerrero, estoy aprendiendo a medirme con la vara justa, muchas veces estas medidas nos dejan inconformes y molestan, pero nadie ha dicho que el camino justo sea el más agradable para la tendencia sobreprotectora de nuestro egoísmo. Es interesante la manifestación de los demonios alrededor de mí, esos que quieren sacarme de este camino, esos que me ofrecen el miedo y la derrota, esos que hacen ver placentero el hecho de que luchamos por la luz para nosotros mismos. Realmente no es así, hay mucho mayor placer en luchar por la felicidad ajena, donde estamos dispuestos a ofrecer nuestra propia luz, y ser fuertes para no esperar nada a cambio, solo la confianza de que si esa luz es verdadera, sin pedirlo será capaz de darnos en la medida rebosante que nuestro corazón exige para seguir en pie.

Quiero dar y estoy dando, aunque me cuesta un poco de trabajo no pedir, no celar, no ser egoísta, pero mi imperfección es la que me hace humano, muy idealista, muy idílico como me han definido, pero solo eso, o no, grandemente eso, un ser humano. Solo espero seguir cada día a la altura de la batalla que estoy dando, solo por tratar de ser un guerrero victorioso, por no dar pie en mi victoria a viejos errores y derrotas, lucho por nacer y he nacido aquel enero o febrero a una nueva luz, y quiero ser digno de ella, y pido que el amuleto de la paciencia siempre proteja mi empresa. Ahora ante la puerta de luz sé que estoy arriesgando mi corazón, y lo haré gozoso, traspasar ese umbral será solo un comienzo, el punto de partida de un camino para toda la vida, y sí, tengo miedo pero no es él quien me llevó a proponerle que cruzáramos juntos ese momento, ha sido la renovación de mi capacidad de amar, el saberme junto a otro guerrero de la luz.

PD. No está tan “lindo” como otros que te he escrito, pero lleva aún más carga de amor que los de tiempos pasados, además súmale que va con unos deseos incontenibles de perdón, perdón por comportarme en muchas ocasiones como el cocinero del ejército y no como un guerrero de él, por mi egoísmo, por tus lágrimas, por exponerte a la presión del idilio y el idealismo cuando no he dejado pie a nuestra humanidad de aciertos y desaciertos, a las tantas cosas que me van haciendo menos merecedor de ti, y sin embargo sigues planificando la boda. Solo quiero que sepas que me importas de manera íntegra. Tu Yandry.

lunes, 30 de septiembre de 2013

EL VUELO DE LA PAZ

Foto: Ramón Barreras Valdés
Regresarán, para decirle a la vida que han vuelto, para ser sus confidentes, para entregarle a la gente el amor y la bondad prometidos. Regresarán porque la alegría desmedida no se puede ocultar entre las risas humildes del pueblo, regresarán porque después de un vuelo de veinte mil palomas nadie puede decir que la paz no abriga las causas de Cuba.

Sus sueños, los de los cinco, nos estamos encargando de agruparlos, porque esos, nadie hará que vuelen en torbellino, nadie, después de distinguir a la paz sobrevolando el pueblo cubano.

Alas, alas son las que necesitamos para la libertad. Cintas y alas en un solo símbolo, para elevarse como fuente de entendimiento entre los seres. Las palomas, la alegoría de la paz, la tranquilidad, la armonía, el signo de la salvación, la mensajera de la tierra firme para el Arca.

No creo haber encontrado un corazón inmóvil en el parque santaclareño, al ver sobrevenir amasijos de plumas y colores. Creo haber visto ojos cuajados y sonrisas, pañuelos agitados por las manos y el viento. Hubo quien la espontaneidad le sacudió los brazos en un aplauso. A otros se les alzó la voz y sus compañeros de calle pudieron escuchar una plegaria a la divinidad para que dicte justicia allá donde un día los hijos de estas tierras brindaron el concurso de su heroicidad.

Recuerdo al abuelo que llegó con su niña de la mano, y antes de darle permiso para que montara la bicicleta, la detuvo delante de las palomas, y con voz trémula, como para no romper la melodía del gorjeo y revoloteo de las aves, le explicó lo que era la lejanía, el amor familiar, el paso de los años, la cárcel, la justicia. Y con el vuelo de la última sisella se miraron, aplaudieron, y el anciano alzó en sus brazos a la niña, la besó en la frente, y me atrevo a adivinar que el beso tuvo el candor de todos los besos pendientes entre los cinco y sus seres queridos.

Hubiese deseado mirar desde las nubes cómo en el cielo patrio se entrecruzaron las bandadas de aves, ver cómo casi un millar de palomas villaclareñas se unieron con las espirituanas, las cienfuegueras, y estas a su vez con las de todos los rincones del país, para sumar veinte mil, veinte mil mensajes de amor y paz lanzados al viento por la tierra madre, nostálgica por los 15 años de ausencia de sus herederos. 

Regresarán, porque de este a oeste Cuba levantó la frente y con su voz hizo temblar a los fríos de espíritu. Regresarán, porque por donde pasó el viento crudo y fuerte, fuimos a buscar la solidaridad en ese camino. 

Cada paloma mensajera regresó a su hogar, al abrigo de sus dueños, luego de cumplir el encargo dado por la juventud. Cada persona regresó a sus faenas. Los niños volvieron a jugar en el parque. Los ancianos se acomodaron en los bancos. Hubo tranquilidad en la ciudad. 

Sin embargo, nadie dejó de sentir estremecimiento por el momento vivido. Allí, en cada pecho, una paloma había anidado.