lunes, 30 de septiembre de 2013

EL VUELO DE LA PAZ

Foto: Ramón Barreras Valdés
Regresarán, para decirle a la vida que han vuelto, para ser sus confidentes, para entregarle a la gente el amor y la bondad prometidos. Regresarán porque la alegría desmedida no se puede ocultar entre las risas humildes del pueblo, regresarán porque después de un vuelo de veinte mil palomas nadie puede decir que la paz no abriga las causas de Cuba.

Sus sueños, los de los cinco, nos estamos encargando de agruparlos, porque esos, nadie hará que vuelen en torbellino, nadie, después de distinguir a la paz sobrevolando el pueblo cubano.

Alas, alas son las que necesitamos para la libertad. Cintas y alas en un solo símbolo, para elevarse como fuente de entendimiento entre los seres. Las palomas, la alegoría de la paz, la tranquilidad, la armonía, el signo de la salvación, la mensajera de la tierra firme para el Arca.

No creo haber encontrado un corazón inmóvil en el parque santaclareño, al ver sobrevenir amasijos de plumas y colores. Creo haber visto ojos cuajados y sonrisas, pañuelos agitados por las manos y el viento. Hubo quien la espontaneidad le sacudió los brazos en un aplauso. A otros se les alzó la voz y sus compañeros de calle pudieron escuchar una plegaria a la divinidad para que dicte justicia allá donde un día los hijos de estas tierras brindaron el concurso de su heroicidad.

Recuerdo al abuelo que llegó con su niña de la mano, y antes de darle permiso para que montara la bicicleta, la detuvo delante de las palomas, y con voz trémula, como para no romper la melodía del gorjeo y revoloteo de las aves, le explicó lo que era la lejanía, el amor familiar, el paso de los años, la cárcel, la justicia. Y con el vuelo de la última sisella se miraron, aplaudieron, y el anciano alzó en sus brazos a la niña, la besó en la frente, y me atrevo a adivinar que el beso tuvo el candor de todos los besos pendientes entre los cinco y sus seres queridos.

Hubiese deseado mirar desde las nubes cómo en el cielo patrio se entrecruzaron las bandadas de aves, ver cómo casi un millar de palomas villaclareñas se unieron con las espirituanas, las cienfuegueras, y estas a su vez con las de todos los rincones del país, para sumar veinte mil, veinte mil mensajes de amor y paz lanzados al viento por la tierra madre, nostálgica por los 15 años de ausencia de sus herederos. 

Regresarán, porque de este a oeste Cuba levantó la frente y con su voz hizo temblar a los fríos de espíritu. Regresarán, porque por donde pasó el viento crudo y fuerte, fuimos a buscar la solidaridad en ese camino. 

Cada paloma mensajera regresó a su hogar, al abrigo de sus dueños, luego de cumplir el encargo dado por la juventud. Cada persona regresó a sus faenas. Los niños volvieron a jugar en el parque. Los ancianos se acomodaron en los bancos. Hubo tranquilidad en la ciudad. 

Sin embargo, nadie dejó de sentir estremecimiento por el momento vivido. Allí, en cada pecho, una paloma había anidado.