miércoles, 23 de octubre de 2013

¿FURIA DIVINA O INSENSATEZ?

«El diablo se enfureció y mandó los poderes contra ellos, solo sintieron un fuerte estruendo y los enterradores dicen que fueron a la tumba con los pelos de punta».


- Oye, deja la bobería que aquí no hay diablo, ni muertos. Vamos a aprovechar el aguacero que está riquísimo. 

Achacándole a las leyendas el verdadero efecto de estos fenómenos atmosféricos, la mayoría de la población muestra total irreverencia ante las tormentas eléctricas y tan solo tapan sus oídos para no sentir el molesto estampido, que cuando se escucha es porque la descarga que mata, ya pasó.

No apuesto por la brontofobia, temor patológico a los truenos, relámpagos y tempestades, pero sí creo que un tilín de susto hace falta en aquellos que como si nada retan a Zeus, y no se dan cuenta de lo letal de las armas del poderoso padre de los dioses.

Más de 60 personas fallecen anualmente en Cuba, víctimas de descargas eléctricas, convirtiéndose esta en la primera causa de muertes por eventos atmosféricos.

En Villa Clara, según cifras del Departamento de Estadística de Salud Pública Provincial, en el primer semestre del año 2013 murieron 2 personas por fulguración. Para algunos no resultará significativo hasta el día en que la suerte se quede dormida, no los acompañe y pasen a engrosar la lista de los occisos. 

Estos fenómenos atmosféricos, que en la historia han sido atribuidos a la ira de los dioses contra los malos pasos de los humanos, realmente tienen un basamento científico. Según el Dr. Aldo Moya, especialista principal del departamento de Pronósticos del Centro de Meteorología de Villa Clara, la descarga eléctrica está compuesta por lo que las personas le dicen relámpago y lo identifican por la luz, y el trueno, que es el sonido que se escucha. 

«Las nubes tienen cargas eléctricas positivas y negativas que, al interactuar, originan una descarga en forma de chispa. Suceden como resultado de la diferencia de potencial eléctrico y pueden ocurrir dentro de una misma nube, entre nubes diferentes o entre una nube y la tierra».

Las leyendas no han faltado y mucho menos las historias de los ancianos acerca de sus costumbres para estar protegidos de los rayos y centellas. Dictan tapar los espejos, no asomarse a la ventana, permanecer acostados lejos de cualquier elemento metálico y, aunque pueda parecer exagerado algunas medidas se deben respetar.Los meteorólogos explican que cualquier lugar es propicio para una descarga eléctrica, eventos característicos de los meses entre mayo y octubre. Los campos constituyen las zonas más peligrosas pues son terrenos desiertos donde se encuentran varios puntos altos que buscan los rayos como canal para llegar a la tierra. 

Es falso que los espejos puedan transmitir el relámpago, pero los teléfonos sí, están conectados por cables a un poste que puede servir de pararrayos. Además son una amenaza para todos los equipos eléctricos.

«En medio de una tormentas, si estamos en el campo, no debemos estar cerca de árboles, y sí adoptar una posición en la que seamos el elemento menos alto del sitio, evitar estar mojados. No debemos permanecer en el mar cuando haya tempestad ni bañarnos en aguaceros mientras truene ya que el agua de lluvia es un perfecto conductor de la electricidad. Los radioaficionados deben tomar providencia con sus antenas”, acotó el Dr. Moya Álvarez.

«Existe un método básico que pueden utilizar las personas para su protección: contar los segundos entre la luz y el trueno, esta cifra multiplicarla por 340, que es aproximadamente la velocidad del sonido en metros por segundos, y el resultado ofrecerá la distancia aproximada en metros a la que te encuentras de la tormenta. Una medición continua, en un período de tiempo, puede brindarle también a la persona si la tempestad se aleja o se acerca».

Las descargas eléctricas son la razón principal de muertes por eventos atmosféricos en Cuba y es innegable la poca percepción de riesgo que tienen los cubanos sobre un fenómeno tan peligroso. Los jóvenes cometen locuras mientras está tronando. Consideran a los truenos tonterías o supersticiones. 

En estaciones como estas las autoridades competentes deberían crear estrategias de educación para el pueblo de la misma forma en que se logró la cultura sobre huracanes, sucesos igual de peligrosos pero que no suman tantos decesos en la población.

Los medios de difusión masiva deberían encargarse de divulgar lo relacionado con descargas eléctricas, perjuicios que entrañan, historias reales, pues con la reiteración las personas asimilarán los consejos en algún momento.

Indiscutiblemente tenemos vasta cultura sobre huracanes; pero nos falta mucho acerca de las descargas eléctricas, que van más allá del consejo reiterado: «Niño, sal del agua cuando empiece a tronar», sobre todo para la juventud, que debe aprender que contra la naturaleza nadie puede.No es cuestión de dioses bravos, ni de cuentos del campo donde vivió por muchos años la abuela, es combinación de experiencia y peligro. Las tormentas eléctricas no son caprichos de la superstición, son actos de la naturaleza con los que no se puede jugar porque entonces echaremos rayos y centellas por la boca.

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