jueves, 20 de febrero de 2014

AL BORDE DEL CAMINO

Yo estaba al borde del camino. Había pasado tanto tiempo, que ya ni recordaba cuándo me había hecho el primer rasguño. En aquella avenida la gente pasaba como pasan las aguas por la alcantarilla que queda justo debajo de mis nalgas. Caminaban absortos, con cara de bobos o de hombres con mucha preocupación, pero cara de tristes, de estar ahí porque la inercia los lleva en el ir y venir de una calle. Pasaban delante de mí como dos corrientes en un río loco de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, como si la avenida fuera estrecha, pero era tan amplia que siempre esperé que alguno la atravesara en diagonal. Me fui con las ganas, porque nadie se dio cuenta nunca que allí no existía señal que dictara como debían caminar los transeúntes. A veces yo no veía, pero no me hacía falta. Tampoco me creía como el ciego de la orilla del camino, pero para la gente yo era invisible. Fue un día de esos, cuando yo estaba con un telón blanco delante de la cara, que aunque no lo vi, lo sentí llegar. Alguien finalmente, había caído fuera de la avenida, por un tropezón, por casualidad, para pedir botella. Pero esta vez el motivo de que un humano hubiese salido del horrible camino, fue una antimonotonía. Esta vez alguien se había bajado del camino por mí.

Sentí ganas de aullar, pero no sabía si era bueno armar tal aspaviento, y si pasaba la vergüenza de que siguiera de largo, quizás por otro camino. Pero lo sentí cerca, lo puede oler, pude sentir calor. Estaba justo delante de mí. Se arrodilló en la tierra por mí, me miró, y esto lo pude ver porque la emoción me dejó ver la figura. Su mano me rozó, creo que hasta me acarició. Ya ahora lo sé pero en aquel tiempo no sabía aún qué era una caricia. Dejaba de ser el invisible de la orilla del camino. Alguien me había visto, se había bajado y estaba rodilla en tierra por mí.

-Dime, ¿qué quieres que haga por ti?-dijo con voz misericordiosa.

-Quiero que me abraces y me lleves contigo, a donde quiera que vayas te seguiré- con mi pensamiento le dije porque hasta el momento yo no puedo hablar. En aquel tiempo me faltaba la vista por ratos, creo que era el hambre porque nunca más me pasó, pero el habla, para eso si no estoy hecho.

Desde ese día dejé de frecuentar la avenida, se me curaron los rasguños y ya camino derecho porque los golpes también se me borraron de la piel. Creo que estoy hasta más lindo. Terminé siendo un perrito de sociedad. Dime ¿qué quieres que haga por ti?

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